La Práctica Política del Proyecto de Liberación Nacional Mapuche. Estrategia y Táctica de la CAM. Parte II
>> miércoles, 19 de junio de 2013
Sobre la acumulación de
fuerzas Mapuche: De la recuperación de tierras y las siembras
productivas al Control Territorial.
De acuerdo al proyecto
político estratégico, lo fundamental para la retoma de las demandas históricas
de nuestro Pueblo Nación (Autonomía y Territorio) es dar inicio a un proceso de
recuperación de tierras, en definitiva todo parte cuando se hace ocupación
efectiva de un predio.
Cuando se reivindica un
predio, más bien un fundo y/o propiedades de las corporaciones forestales o
terratenientes, se hace sobre la base de la legitimidad (para los Mapuche) de
tal acción, desde una perspectiva histórica, cultural y política. Enseguida se
define su ocupación en los hechos, estableciendo una diferenciación clara con
las llamadas “recuperaciones simbólicas” y la lógica de las “demandas
legalistas”, que tanto moldearon el accionar de las organizaciones mapuche conocidas
hasta entonces.
Para la CAM el primer
paso es la ocupación de una propiedad, que de acuerdo al derecho y la
legislación dominante es “propiedad privada”. Por lo tanto con esta acción se
pretende generar un quiebre con toda la institucionalidad estatal opresora. Entendemos
que esta institucionalidad, en las actuales circunstancias sólo defiende los
intereses de los poderosos, como instrumento funcional a la dominación colonial
que sufrimos los mapuche hasta los días de hoy. Así se expresa una lucha efectiva
que implica la insubordinación en las relaciones de poder, dando inicio a una
ruptura real y al surgimiento del verdadero antagonismo que fundamenta el
llamado “conflicto Mapuche”. Más allá de un acto de desobediencia que provoca
cambios sustantivos tanto en las relaciones de poder como en la propia
comunidad que ha decidido tal acción, es la forma que da contenido a una
práctica política de nuevo tipo, generando a su vez nuevas condiciones para la
formación y crecimiento de los militantes Mapuche en la perspectiva de la
liberación nacional.
Desde sus inicios la CAM
planteo ingresar a los fundos y establecer las recuperaciones productivas, lo
que en la práctica significaba nuevas condiciones para la organización de esta
forma de lucha. Se produce entonces un reordenamiento desde la base para asumir
las distintas tareas que este proceso implicaba. De hecho, la mayoría de las
acciones colectivas en el marco de las recuperaciones de tierras asumen la
forma de siembras productivas y/o tala de bosques, (en un contexto de
conflictividad ascendente frente a las forestales), acciones en las cuales se
hace necesario despejar los terrenos para re-instalarse en ellos. La
recuperación expresa la necesidad de reconfigurar el espacio a través de la
siembra o la edificación de casas-ruca y otras infraestructuras, como a su vez,
delinear y establecer los lugares que representan a nuestra cultura y
religiosidad propias. Por lo tanto, debe comprenderse que la acción política no
se reduce a su componente material o de conquista económica, sino que asume la
perspectiva de contribuir al desarrollo de otras formas de relación productiva
desde una posición Mapuche de respeto y equilibrio con la naturaleza, y esto es
absolutamente evidente que se logra con la recomposición identitaria. Las
recuperaciones territoriales desde los planteamientos de la CAM, son parte de
un proceso que permite la revitalización de la cultura y la religiosidad
Mapuche.
La legitimidad de estas
acciones colectivas se relaciona con la necesidad de crear una nueva conciencia
desde la base Mapuche, que retome el componente histórico de las formas de
lucha Mapuche, porque la historia nos da la razón, una historia que nos habla
de soberanía, resistencia y despojo. Para la CAM las acciones de recuperación
territorial se fundamentan en componentes que nos entrega la memoria histórica
de nuestro Pueblo-Nación, memoria que aún pervive en las comunidades Mapuche y
que nos habla del despojo y las injusticias sufridas por nuestro Pueblo. Esto
explica porqué se asumió con gran rapidez el concepto de “recuperación” antes
que “toma”. Uno subsiste en nuestra memoria histórica y el otro nos es ajeno.
Nuestra dirigencia siempre
ha explicitado la legitimidad de las recuperaciones de tierras a través de una
clara argumentación política, cultural e histórica. Las comunidades Mapuche al llevar
a cabo estas acciones políticas como expresiones de resistencia y de lucha
anti-sistémica han desarrollado mayor conciencia y compromiso al asumir las
posibles consecuencias de este tipo de manifestación. Para la CAM es
fundamental comprender que este tipo de acciones de recuperación emergen de la
constante deliberación-discusión presente en las comunidades, al amparo de un
profundo proceso de revitalización cultural que se manifiesta en la práctica
del Trawün, Palín y Ngillatun. Por otra parte, como en todo proceso político es
evidente que este tipo de decisiones no siempre han sido compartidas por todos
los sectores Mapuche. De hecho, hay sectores que se restaron del desarrollo de
estas acciones colectivas, situación comprensible considerando los grados de
dominación y atomización, que han generado inmovilismo y dispersión en el
Movimiento Mapuche.
Sin embargo, las
recuperaciones productivas tuvieron una buena acogida en muchas comunidades
porque vieron en estas acciones una forma concreta de resolución de las
necesidades materiales y económicas inmediatas, al mismo tiempo que
significaban un acto político de protesta frente a la injusticia y
discriminación que sufre nuestro Pueblo. Para las comunidades las
recuperaciones son actos de insubordinación frente al abuso directo efectuado
de forma cotidiana por parte de las empresas forestales y los sectores
latifundistas. El registro en la memoria histórica de los abusos de colonos y
terratenientes estaba y está fresco entre los Mapuche, cuestión que debe
sumarse al hecho contingente de la actividad forestal y otras inversiones
capitalistas que han agudizado la disposición y voluntad de lucha de los
Mapuche a través de estas acciones colectivas radicales. Al hacer un balance de
la trayectoria de esta forma de lucha mapuche, la CAM reconoce el contenido
económico de las recuperaciones productivas y sitúa parte importante de su
legitimidad en el efecto material decisivo para la mayoría de las comunidades.
Las acciones radicales de ocupación y recuperación productiva expresan una
salida concreta para un problema socio-económico particular que implica la
falta y el agotamiento de las tierras para el desarrollo y revitalización del
Pueblo-Nación Mapuche. Efectivamente, existen problemas sustantivos de
subsistencia de las familias Mapuche empobrecidas y es ante estas situaciones
que principalmente sectores de jóvenes de las comunidades plantean abordar con
seriedad los posibles caminos que aporten en la superación de su condición
crónica. Esto explica porqué estos sectores han asumido con mayor vigor y
dinamismo la lucha bajo la propuesta estratégica de la CAM, lo que a su vez ha
permitido una resignificación de la condición mapuche, con relectura y reafirmación
de los roles en el ámbito político, social y cultural Mapuche.
Ahora bien, cuando las
recuperaciones productivas son contra las empresas forestales, la disputa resulta
básicamente material, por lo cual es plausible desarrollar acciones que se orientan
a detener, obstaculizar y deteriorar las formas productivas de éstas empresas. Así
se entiende las talas de bosques, madereo, extracción de leña, de estacas, de
alambre y cualquier insumo que se encuentre dentro de estos predios. Estas
acciones son legitimadas bajo un prisma político-estratégico que considera a
las empresas forestales como enemigos, no tan sólo por los enormes beneficios y
riquezas que obtienen expoliando el territorio Mapuche, sino que por los
profundos daños materiales e inmateriales que producen al Pueblo Mapuche desde
la perspectiva socio-cultural e identitaria. La lucha contra las empresas
forestales posee mayor sentido cuando están dirigidas hacia el logro de la
Autonomía y Liberación de nuestro Pueblo-Nación, es decir, cuando se
desarrollan sobre la base de demandas territoriales y políticas. Para la CAM
estas acciones eminentemente colectivas de recuperación productiva aportan en
la extensión de las dimensiones de nuestra lucha. Se avanza desde una lucha por
la tierra hacia a una estrategia de tipo territorial, en donde va quedando
definido un enemigo de mayor complejidad: el Capital expresado principalmente
en las actividades forestales y en menor medida en otras inversiones de tipo
capitalista. Ciertamente, nuestro planteamiento agudiza un conflicto de
intereses que se expresa en un antagonismo real entre Comunidades Mapuche y
empresas forestales, como manifestación del entramado de inversiones del
Capital nacional y trasnacional. Con esto se busca el protagonismo de las
comunidades Mapuche y la masividad de las acciones colectivas en torno a
demandas de tipo territorial que sustenten un proceso de carácter
Nacionalitario. Si bien el conflicto se presenta como un problema de tipo
distributivo y socio-ambiental que emerge producto del despojo y la usurpación
territorial, éste se agudiza producto de la urgencia económica, que es una
realidad transversal en la mayoría de las comunidades. Así, en pos de los
derechos territoriales y políticos se sientan las bases para una propuesta de reconstrucción
nacional.
La existencia de la
dimensión “distributiva” en las acciones de recuperación productiva, llevo a
ciertos sectores a caracterizarnos como un movimiento “etnoclasista” o como una
organización mapuche de izquierda que aplica métodos de lucha propios de los
marcos de las relaciones etnia-clase. Como CAM siempre hemos rechazado dicha
caracterización, sin desconocer esta dimensión presente en la recuperación
productiva, ya que entre nuestros métodos está el planteamiento de agudizar las
contradicciones para la generación de un antagonismo mayor y complejo. Efectivamente,
hemos planteado la “recuperación de la madera” como un acto concreto de
reapropiación de los productos de las forestales para la sobrevivencia de las
familias Mapuche y para la generación de nuevos insumos en esta compleja lucha
que requiere recursos para sustentarse en el tiempo. Ahora bien, se hace
necesario reafirmar la validez y la legitimidad de estas acciones, en tanto nacen
de un proceso de discusión y deliberación al interior de las propias comunidades
Mapuche y que fruto de estos procesos se legitima la acción colectiva radical que
dio prioridad a esta dimensión en la propuesta de lucha. En efecto, la tala de
bosques es parte del método para la agudización de contradicciones sociales y
así avanzar en la resolución de las injustas relaciones de poder que se
desenvuelven entre las empresas forestales y el Pueblo Mapuche principalmente.
Entonces, lo que para algunos sectores constituye una pura dimensión de
justicia distributiva, en nuestro planteamiento se transforma en un método de
lucha, en donde las forestales y el entramado del poder de dominación se veían
obligados a responder obligadamente con la tala definitiva de sus bosques y la posterior
entrega de tierras a comunidades, o con la utilización de la fuerza represiva con
el objeto de frenar los procesos de recuperación territorial, lo que en nuestra
perspectiva contribuye aún más en la agudización del antagonismo.
Es necesario dejar en
claro, que en los planteamientos de la CAM, las recuperaciones no se realizan
como una medida de presión con el objetivo de establecer negociaciones por
tierras. Es con esta postura, de mayor radicalidad, que la CAM se fue
distanciando de otras organizaciones que plantearon propuestas enmarcadas en la
institucionalidad de dominación. Las recuperaciones productivas expresan una
vía de resolución directa y efectiva de las urgencias materiales de las
comunidades Mapuche, pero no se reducen sólo a este esquema, ya que a través de
otros componentes propios, producen un nuevo camino, una línea política
orientada hacia una verdadera propuesta de autonomía. Para la CAM esto es lo
fundamental. La recuperación productiva es la redistribución de la riqueza
material, es la acción directa para la subsistencia familiar, es una acción que
pone freno a las empresas forestales, y es un método orientado hacia una
estrategia de Control Territorial. Pero más aún, para la CAM es el punto de
partida para un proyecto político de Autodeterminación con perspectiva
Nacionalitaria; constituye la base inicial fundamental para la propuesta
emancipadora de la Liberación Nacional Mapuche.
Para mayor comprensión,
se debe indicar que, de las recuperaciones productivas, las que reafirman
mayormente el sentido mapuche son las siembras, las que se efectúan de una vez,
o son posteriores a la recuperación de bosque y preparación del terreno. Las
siembras (trigo, papas, porotos, etc), contribuyen en mayor dimensión a la
recuperación y reconstitución del tejido social y cultural mapuche, lo sustenta
y proyecta, da continuidad al proceso.
La lucha Mapuche a través
de las recuperaciones productivas permite sustituir la acumulación de Capital
en el espacio social intervenido, por experiencias que no se basan en el valor
de cambio. Se transforma la explotación controlada por las empresas madereras
ligadas a la inversión capitalista, por nuevas formas de control basadas en lo
colectivo-comunitario Mapuche. Es una transformación integral y radical que
favorece sustancialmente la recomposición del ecosistema local en tanto
corresponde a la biodiversidad necesaria para la revitalización de las
expresiones culturales del Pueblo Mapuche. Es una transformación sustantiva
desde la comprensión del espacio territorial como agente productor y
reproductor de capitales hacia una perspectiva cualitativamente diferente de la
relación hombre-naturaleza. De aquí la importancia de las experiencias de
Control Territorial, porque a través de éstas se va reconfigurando la forma de
reproducción social Mapuche, en donde cobra esencial importancia la mirada
colectiva en los ámbitos de la solidaridad y la reciprocidad, es decir en
aquellos aspectos fundamentales de lo propiamente Mapuche.
La recuperación
productiva llevada adelante por una Comunidad, aunque basada en necesidades
locales, al ser articulada con las experiencias de lucha de otras comunidades
cercanas, cobra validez en una suerte de estrategia que hemos definido de
“Control Territorial”, en donde a través de un poder Mapuche cada vez más
autónomo, se nos permite reconstruirnos territorial y políticamente.
Efectivamente es a través de recuperaciones de tierras de forma productiva, que
se logra acumular y empujar socialmente hacia la reconstrucción territorial, y
avanzar hacia un proceso de mayor amplitud que es la Liberación Nacional.
“La CAM con su política de ocupar materialmente en forma efectiva y
permanente los espacios territoriales en disputa, utilizando de paso los
recursos existentes, señala una alternativa superior de lucha, lo que implica
llevar a la práctica el control político y social efectivo de zonas de
conflicto. Esto como base elemental para la reconstrucción de nuestra Nación
Mapuche…Lo más valioso de estas experiencias de “recuperación productiva”
fueron las siembras en zonas de conflicto, ejecutando actos de posesión por
parte de las propias comunidades”.
Es por lo anterior que a
la CAM hay que entenderla más allá de sus acciones de resistencia, que por
cierto, continúan siendo estratégicas. Son las recuperaciones de tierras, denominadas
productivas y el control territorial los ejes principales de la acción política
de nuestra organización. Es a través de estas experiencias que se reinstala el
conflicto entre el Estado capitalista y el Pueblo-Nación Mapuche, permitiendo
viabilizar nuestro proyecto de Liberación Nacional. Sin embargo, ante estos
procesos emanados desde la base Mapuche, el Estado de Chile respondió con la
aplicación sistemática de una violencia política represiva indiscriminada,
orientada hacia la defensa de los intereses de los grupos económicos que
confrontan con las comunidades Mapuche. De hecho, se comenzó con cruentas
acciones de desalojo policial y permanentes allanamientos a comunidades
movilizadas. Se configuró el escenario para la judicialización del conflicto,
todo esto orientado hacia la generación de nuevas condiciones en las cuales las
empresas forestales y los grandes terratenientes retomaran la iniciativa de
continuar explotando y usurpando indiscriminadamente las tierras Mapuche. Ahora
bien, para dar continuidad al proceso de recuperación territorial, se dio
inicio a nuevas deliberaciones y discusión para hacer frente de manera digna a
los costos y consecuencias que este nuevo tipo de lucha implicaba.
Es en este contexto que
se definen acertadamente las acciones de autodefensa y las acciones de
resistencia, que por supuesto elevan el nivel de la confrontación. Para dar
saltos cualitativos en este sentido, se vuelve a los planos del debate y la
deliberación, a través de los pichi trawün, instancias de discusión permanente,
con el objeto de definir con mayor claridad las características de nuestro
enemigo e identificar potenciales aliados y detractores. Para el efecto de la
resistencia se hace necesario crear un discurso político coherente, que incluya
no sólo la rabia y el malestar acumulado producto de una historia de agravios e
injusticias, sino que la construcción de un cuerpo teórico-ideológico orientado
hacia la resignificación identitaria y la elaboración de un método de
análisis-acción que reafirme el proceso político-ideológico en marcha. Es decir
se trata de establecer una disposición de lucha basada en aspectos idearios e
ideológicos, enlazados a entramados culturales y comunitarios, que contribuyan
en la generación de una voluntad de lucha en los militantes Weychafe, y en
todos aquellos que cumplen un rol en la concepción del Weychan Mapuche.
Si bien es factible
reconocer que en sus inicios las acciones de resistencia Mapuche tuvieron un
fuerte componente de “espontaneísmo”, producto principalmente de la acumulación
de malestar social en las comunidades. Hoy en día estas acciones poseen
características político-estratégicas, además de un gran valor ritual y
cultural que se sitúan dentro de un proceso de resignificación socio-cultural
mayor. Estas experiencias son asumidas consecuente y coherentemente por los Weychafe,
ya que el avance del proceso de lucha generó una ampliación de la represión y
la violencia estatal, lo que a su vez produjo un mayor nivel de radicalización,
el cual fue sostenido desde la base, permitiendo hasta los días de hoy sostener
un basamento doctrinario y de expresión concreta en los órganos de resistencia
territorial. Este mayor nivel en los enfrentamientos, producto de la represión
y persecución política e ideológica por parte del Estado de Chile, ha permitido
que vastos sectores del Movimiento Mapuche asuman o se involucren en acciones
de mayor envergadura y riesgo, cobrando vigencia las acciones incendiarias en
contra de las forestales y contra nuevos procesos de inversión capitalista en
el Wallmapu, que amenazan y ponen en peligro la continuidad de Comunidades
Mapuche.
Acerca de la resistencia y la violencia política en la lucha Mapuche.
Del proyecto
político-estratégico de la CAM y de su expresión concreta en la lucha por
Territorio y Autonomía, se puede desprender que lo fundamental de la propuesta
gira en torno a tres formas-métodos de acción, que combinadamente caracterizan
una lucha de tipo antisistémica, anticolonial y revolucionaria. Hacemos
referencia a las recuperaciones de tierra y territorio a través de formas
productivas y en contra de la propiedad privada que sustenta el sistema de
relaciones económicas construido luego de la usurpación y despojo del
territorio Mapuche; que implica la reapropiación de recursos para constituir
Poder Mapuche. En segundo lugar hacemos referencia a las acciones de
autodefensa, las que se plantean como acciones comunitarias para hacer frente a
la acción violenta de los agentes del Estado y/o representantes de los grupos
económicos, expresados en grupos paramilitares antimapuche. Aquí cobran
legitimidad los enfrentamientos y las acciones menores en contra de las fuerzas
policiales, orientadas principalmente hacia la defensa de las comunidades ante
la violencia estatal y en defensa de los procesos de recuperación territorial
productiva, para consolidar conquistas en materia territorial y política. En
tercer lugar nos referimos a las Acciones
de Resistencia que en su mayoría son acciones incendiarias que están
orientadas a la destrucción de maquinarias, infraestructura, transporte e
insumos de propietarios privados (empresas forestales) que confrontan
directamente contra las comunidades movilizadas por derechos territoriales y
políticos.
Estas formas-métodos que
pueden ser definidos como las expresiones concretas de acción directa,
representan el nuevo quehacer de la lucha Mapuche, y son las expresiones que
siempre han caracterizado a nuestra organización, bajo definiciones de la
táctica política. Sin embargo, es
necesario volver a resituar que son las experiencias de Control Territorial las
que le otorgan calidad y sustento ideológico a nuestra propuesta de Liberación
Nacional. Por tanto, es necesario comprender que la manifestación de estas
formas de acción política tiene como objetivo inmediato y mediato, el
establecimiento y defensa de experiencias de Control Territorial.
Sobre las acciones de
autodefensa y de resistencia de las comunidades Mapuche frente a los desalojos
y allanamientos perpetrados por las fuerzas de seguridad del Estado de Chile,
no es mucho lo que hoy podemos agregar. Para la CAM estas acciones están
legitimadas en sí mismas y serán de carácter permanente y continuo en el tiempo
mientras no se resuelvan los problemas estructurales que adolece nuestro
Pueblo. Así lo ha comprendido claramente nuestro pueblo y así lo han asumido
las comunidades movilizadas, independientemente de la presencia nuestra. Por
ahora, abordaremos con mayor énfasis a las acciones políticas de resistencia
realizadas por la CAM y que en el último tiempo, producto de la represión y la
persecución política direccionada por los organismos de seguridad del Estado,
son asumidos por los Órganos de Resistencia Territorial (ORT), compuestos
exclusivamente por los Weychafe más destacados en las distintas zonas de
conflicto. Las acciones de resistencia, como se ha señalado, son en su mayoría de
carácter incendiario y tienen por objetivo afectar la economía del enemigo, más
bien el circuito productivo de la inversión capitalista nacional y
transnacional en el Wallmapu, siempre y cuando éste confronte y ponga en riesgo
la vida Mapuche. Este método de lucha en sus inicios tuvo el carácter de una
acción eminentemente colectiva, pero la maduración desfavorable del contexto
político en cuanto a la represión y persecución, las transformó en la
actualidad, en acciones elaboradas por grupos reducidos que actúan
necesariamente en la clandestinidad y con rigurosos métodos de seguridad. Son
acciones que efectivamente persiguen un daño o destrucción, pero que fueron
definidas sólo hacia objetivos materiales. Esta cuestión es estricta en el
planteamiento de la CAM. Por tanto, las acciones de resistencia poseen el
objetivo primario de generar pérdidas económicas a la producción capitalista, o
al menos, producir una interrupción al circuito productivo que daña
directamente el hábitat y la vida Mapuche.
Es necesario señalar que
en el contexto de la lucha Mapuche basada en la acción directa, son las
acciones incendiarias, sobre todo de sabotaje productivo, las que han generado
mayor polémica, incluso al interior del Movimiento Mapuche. Más allá de que
estas acciones son consideradas ilegales o incluso terroristas por parte del
Estado de Chile, éstas se continúan instalando en el imaginario colectivo
Mapuche con razones que fundamentan no sólo la protesta y la rebeldía, sino la
resistencia frente a tanta injusticia, y es por ello que cuentan con el aval de
las comunidades Mapuche más consecuentes.
En la CAM cuando se
planteó la realización de este tipo de acciones se tomaron en cuenta muchos
factores para su legitimidad. Lo fundamental fue circunscribir estas acciones a
una orientación política de lucha territorial y por tanto situarlas bajo una
concepción de boicot hacia las actividades económicas de nuestros enemigos
directos, representados en las forestales principalmente. Porque si bien son
acciones destructivas, se debe comprender su componente colectivo, originado en
la consideración desde las comunidades Mapuche, de que estas acciones son
justas y expresan una propuesta estratégica que política y socialmente posee
validez en el seno del Pueblo Mapuche, siempre y cuando sean desarrolladas por
sus órganos de representación y en sus demandas de mayor justicia para el
Pueblo Nación Mapuche. De hecho, en la memoria histórica del nuestro pueblo la
violencia como autodefensa posee un marcado carácter de masas, situación que
permite su aplicación sin necesariamente formar milicias armadas u
organizaciones militares. Es un pueblo el que se defiende, es un pueblo el que
resiste.
Es por lo anterior que debemos
señalar las antagónicas interpretaciones de las acciones anteriormente
descritas, para reposicionar los conceptos y sus usos en el marco de la
expresión política CAM. Mientras para el Estado de Chile las acciones
“ilegales” que pueden ser de recuperación, de autodefensa o resistencia, quedan
caracterizadas como actividades radicales al margen de la institucionalidad opresora;
para el Pueblo Mapuche estas acciones son denominadas como “Chem”, que en
mapuche significa algo, un quehacer. El “Chem” surgió de la deliberación política
comunitaria. Fue en los trawün, más bien en los pichi trawün donde se dio
curso a la validez de estas formas de lucha. Se propuso este tipo de formas y
muchos decidieron su realización, como muchos han participado directa e
indirectamente en aquellas acciones. De hecho fueron los propios Mapuche CAM
quienes denominaron “Chem” específicamente a las acciones incendiarias contra
maquinarias, el transporte y la infraestructura de las empresas forestales.
Para la militancia CAM estas acciones pasan a ser parte de nuestra
resignificación cultural, de nuestra religiosidad y nuestra cosmovisión como
Pueblo-Nación. En donde desde su dimensión simbólica, exista una reapropiación
y re-significación semántica que confluya ta iñ kuifike kimun con ta iñ we
rakiduam (nuestro conocimiento antiguo con nuestro pensamiento nuevo). Es a
través del “Chem” que muchos militantes Mapuche pasan a concebirse como weychafe,
dando vigencia a la relectura de este concepto en la lucha por territorio y autonomía.
En el marco de los
planteamientos políticos-estratégicos, estas acciones de resistencia siempre
han seguido un patrón común de actuación. Nunca hay que situarlas como hechos
aislados, al menos aquellas acciones que han sido ejecutadas por los Órganos de
Resistencia Territorial. Son acciones que necesariamente están vinculadas a los
procesos de lucha que llevan adelante las comunidades en torno a una política
de reconstrucción territorial y nacionalitaria. Ya sean acciones que expresan
una defensa territorial frente a la agresión permanente de la actividad
forestal o acciones que buscan generar un efecto político que permita avanzar
en conquistas parciales; las acciones de
resistencia obedecen a una demanda territorial amplia de las comunidades y se
circunscriben al ámbito de la confrontación entre nuestro Pueblo-Nación y el
sistema colonial de dominación. Son acciones que deben comprenderse como un
“acompañamiento” a los distintos procesos de recuperación. Están dirigidas principalmente
en contra de las empresas forestales, en tanto estas representan el verdadero sistema
de propiedad emergido desde la usurpación territorial que condena a nuestro
Pueblo. Otras acciones menores están dirigidas en contra de los propietarios
privados caracterizados como latifundistas y terratenientes, quienes, eso sí,
deben ser propietarios de vastísimas extensiones de tierras, y que por su
ascendiente de colones realmente representen dominación e injusticias hacia las
comunidades.
Es parte de las
definiciones de la CAM no presentar ni ejecutar acciones en contra de
individuos, sean estos agricultores, transeúntes o vigilantes. En este sentido
hemos sido categóricos. Las acciones no buscan como objetivo el daño físico o
el ataque a personas. Tan sólo cuando se produce un enfrentamiento contra
fuerzas policiales y en un contexto de autodefensa, pueden validarse este tipo
de hechos. Aún así, estas acciones no son buscadas y no se corresponden con
nuestro planteamiento político-estratégico. Entonces, el trasfondo de las
acciones de resistencia es generar cambios y provocar una nueva correlación de
fuerzas, más favorable para las demandas territoriales y políticas. A su vez
son acciones que deben desarrollarse combinadamente con otras formas y métodos
de lucha que permitan vislumbrar un horizonte para la reinstalación de las
bases de una propuesta de Liberación Nacional, expresiones que pueden ser
políticas, de revitalización cultural, rituales e incluso simbólicas. Con las
acciones de resistencia se busca contribuir en el proceso de acumulación de
fuerzas Mapuche en los marcos de un proyecto Autonomista y para la Liberación.
Estas acciones deben regirse bajo definiciones Anticapitalistas,
Nacionalitarias y Revolucionarias, y deben ser desarrolladas por una orgánica
bien compuesta, dispuesta a asumir el compromiso que esto conlleva.
Las acciones son
definidas políticamente por las distintas estructuras que están ligadas a los
procesos de lucha en las zonas de conflicto y siguen un patrón de actuación que
desarrolla altos grados de planificación y de rigurosidad. Así se entiende que
sean ejecutados en las noches, para evitar daños a personas o evitando
enfrentamientos y otros efectos colaterales. El objetivo es la propiedad
material y se utiliza el factor sorpresa como método que asegure la acción de
los Weychafe. No existe una preparación militar profesional como pregona el
discurso oficial emanado de los organismos de seguridad del Estado. Tampoco es
real la existencia de cuantiosos recursos para las “operaciones”. Las acciones
de resistencia en las cuales se involucra la CAM se realizan con los mínimos
elementos, muchos de ellos de origen “casero”. Son elementos básicos y no hay
utilización de armamento convencional (sólo rudimentarias escopetas de caza),
ni gran logística e infraestructura. Lo que sí existe es mucho compromiso
expresado en sagacidad, inteligencia y valentía por parte de los weychafe. En
este sentido, es necesario volver a reafirmar que la concreción y éxito de las
acciones se debe en gran parte a la cobertura que dan las propias comunidades,
más bien los sectores más conscientes y organizados del Movimiento Mapuche, que
son en definitiva los que ofrecen y generan las condiciones básicas para la
actuación.
Es por lo anterior que la
legitimidad de las acciones solo es posible cuando las comunidades a nivel
local así lo estiman. La legitimidad se relaciona con que las áreas donde se
circunscriben las acciones de resistencia son zonas de conflicto real y
permanente, y donde existe una conciencia de que los Mapuche y sus comunidades
se encuentran en desventaja frente a un enemigo (Estado-Capital) definido de
cruel e injusto. Las acciones de resistencia y de autodefensa siempre se han
desarrollado de forma acotada a las áreas de influencia de la CAM y siempre han
estado vinculadas a demandas concretas de restitución territorial.
“El ataque a instalaciones para causar daños materiales, se sitúa dentro
del marco de una lucha social reivindicativa, táctica de presión política y
para acumular fuerza revolucionaria Mapuche. Es impulsada por los Weychafe de
la CAM en el contexto del conflicto entre comunidades Mapuche con el Estado y
las corporaciones forestales”.
Si bien han existido
acciones desarrolladas por otros grupos, presumiblemente Mapuche, es con la
ideología anticapitalista de la CAM que se ha definido un antagonismo concreto
frente a las empresas privadas, principalmente forestales. Esta ideología
anticapitalista se sustenta por una memoria histórica que resalta el despojo,
las injusticias y continuos maltratos que ha sufrido nuestro pueblo y que hoy
día tienen su continuidad por la inversión capitalista en la territorialidad
Mapuche ancestral. Es en la CAM que se ha desarrollado una conceptualización de
mayor elaboración acerca de las acciones de resistencia e incendiarias,
entendiendo a éstas como acciones de fuerza y en el marco de un proceso de
acumulación de fuerzas, razón por la cual estas son claramente definidas dentro
de contenidos y objetivos políticos. Por lo tanto, el uso de la violencia será
siempre bajo definiciones y parámetros políticos y muchas acciones responden a
una táctica política concreta de acumulación de fuerzas Mapuche para la
resistencia y posterior liberación.
Es efectivo también que
se han desarrollado definiciones acerca de la ética en el uso de la violencia política
Mapuche. Estas definiciones son extensivas al conjunto del quehacer político de
la CAM. En tal sentido, hemos planteado una ética de la acción política
referida a las recuperaciones, la defensa territorial y las acciones de
resistencia. Planteamos una ética de la acción política para fortalecer la
ruptura con las estructuras de dominación, que significan formas de
sometimiento y colonialismo necesarias para la reproducción económica al
servicio del Capital. Por lo tanto incorporar el elemento de la violencia
política de la forma más legítima posible, se vuelve absolutamente necesario
para ir creando una correlación de fuerzas a favor de la causa Mapuche. Es por
el componente ético en la utilización de la violencia política Mapuche, que no
se realizan acciones indiscriminadas, hoy definidas de erráticas y/o
contraproducentes. Nuestras acciones, que pueden ser definidas de violencia
revolucionaria son parte también de un proceso de resignificación y
reafirmación como Mapuche, en donde los valores, la cultura y nuestra
cosmovisión cobran nuevamente importancia y vigencia. Se lucha por el
restablecimiento de las relaciones sociales y culturales Mapuche en base a la
justicia y buenos valores del mundo Mapuche.
Para la CAM es fundamental
enfatizar que las acciones de resistencia son tan solo una parte del conjunto
de nuestra práctica revolucionaria colectiva. Son estas prácticas que realizan
las comunidades movilizadas las que permiten dotar de un carácter
multidimensional a nuestra estrategia política, con fuertes componentes para un
desarrollo integral, que posibilitarían sentar las bases para plantear un
proceso de liberación nacional. Las recuperaciones de tierras y recursos, la
autodefensa y las acciones de resistencia incendiarias, expresan la verdadera confrontación
de la CAM y su búsqueda de un cambio que viabilice un proceso de reorganización
Mapuche a través de la reconstitución del hábitat-mundo Mapuche, hábitat no
solo negado sino también amenazado por los diversos mecanismos que el Capital y
el Estado utilizan para la dominación y la opresión de nuestro Pueblo. Por lo
tanto, es fundamental desarrollar todas las expresiones de lucha y resistencia
Mapuche: las económicas, las políticas, las socioculturales; que se direccionan
para la liberación.
El planteamiento de la
CAM es rupturista y radical al momento de hacer uso de la acción directa en su
sentido más amplio, en donde entiende y asume que todas las formas de lucha son
legitimas. La combinación de las distintas acciones emprendidas masifica la
actitud de desobediencia colectiva presente en las comunidades, desobediencia
que está dirigida principalmente contra la propiedad privada de la tierra y los
bienes de los grupos económicos que persisten en la explotación indiscriminada
de nuestro territorio ancestral. Es a través de los diferentes actos de
autodefensa en contextos de enfrentamientos frente a la represión policial que
se ha legitimado la resistencia Mapuche en su dimensión táctica, constituyendo
las experiencias necesarias para el aprendizaje y fogueo de los futuros
militantes y Weychafe de la Causa Mapuche. Son las acciones de sabotaje y
boicot, comprendidas como el daño material y la obstrucción a la actividad
productiva capitalista, las que contribuyen estratégicamente hacia una
acumulación de fuerzas con el horizonte de una lucha por la Liberación
Nacional.
Todas las acciones antes
descritas (recuperaciones, autodefensa y resistencia) se circunscriben al
ámbito de la acción colectiva. Esto significa que no existen hechos o acciones
desvinculados del sentir de las comunidades Mapuche. Es de un carácter
colectivo que surge su aprobación y acompañamiento. Esto representa
genuinamente el planteamiento de la confrontación desde la CAM, una nueva forma
de hacer política que ha contribuido decididamente en el cambio de rumbo del
Movimiento Mapuche en la actualidad.
Sin duda que la
utilización de estas formas de lucha ha tenido logros importantes, sobre todo
cuando dichas acciones son combinadas y responden a un plan de recuperación
territorial y política ampliamente asumido por las comunidades. Es la
combinación de todas estas formas de acción y su expresión concreta la que ha transformado
sustancialmente el escenario del conflicto. Hoy ya no se habla de un conflicto específico
de tierras, sino de la lucha y resistencia de un Pueblo. Ahora bien, más allá
de tener conciencia de los costos y consecuencias que esta forma de lucha
conlleva, hay elementos que han reflotado en la perspectiva de dar saltos
cualitativos en el proceso. Sin duda que, luego de cada acción se expresa una
dignificación entre los Mapuche, que podríamos decir dignifica el descontento,
al identificar claramente al enemigo y su actividad destructiva del mundo
Mapuche, razón por la cual se va asumiendo una capacidad superior, sumado al
orgullo de luchar por la reconstrucción de nuestro Pueblo-Nación. Por lo tanto,
el antagonismo planteado por la CAM no es solo una declaración de tipo
anticapitalista y revolucionaria en el discurso, sino que se vuelve una práctica
política consecuente.
En la actualidad y
producto de la represión del Estado al servicio del Capital, se hace necesario
crear nuevas condiciones para seguir luchando de forma más directa y decidida.
De hecho, tanto nuestra organización como otra parte del Movimiento Mapuche
autónomo, han debido desarrollar formas clandestinas de organización y lucha,
buscando no perder la estrecha relación entre estas formas y el movimiento
comunitario colectivo. Es aquí donde cobra mayor vigencia la figura del Weychafe,
como un actor fundamental en la organización del proceso, asumiendo a la vez,
un rol político-histórico en el Movimiento Mapuche.
Es evidente que, a más de
una década del desarrollo del Movimiento Mapuche autónomo, en donde la CAM ha
cumplido un rol fundamental, las contradicciones se han agudizado y el
escenario socio político ha ido variando.
Muchas de las acciones
basadas en las recuperaciones de tierras han sido contenidas por la acción de
los agentes del Estado y otros interventores de tipo occidental. Sin embargo
las acciones de resistencia no se han detenido, incluso han aumentado tanto en
su cantidad como en su calidad. Este ascenso y multiplicación se ha hecho
efectivo incluso en zonas en donde la CAM ya no posee presencia pero sí
influencia parcial, razón que explica por qué algunas acciones son de otro tipo
y orientación. Ahora bien, si este nuevo tipo de acciones contribuyen o no a un
proyecto Mapuche autonomista y de Liberación Nacional, es una discusión y
debate que aún está pendiente.
Sin duda que la
criminalización estatal se ha dejado caer básicamente sobre las acciones de
resistencia, en donde la influencia y organización de la CAM ha sido evidente,
independientemente de que algunos grupos reprimidos luego renieguen de esta
condición. Lo cierto es que el accionar de la CAM ha sido transversal,
convirtiéndose en un referente político e ideológico para algunos sectores que
también han asumido luchar más definida y decididamente. Pero a su vez, también
es cierto que esta influencia ya no es tan comunitaria y de masas como en sus
inicios, por lo que el impacto real de los componentes político-ideológicos ha
decrecido, cuestión que nos obliga a debatir y a reafirmar los principios y la
línea política e ideológica para la liberación.
A todas luces, la lucha
Mapuche continúa y existen muchas fortalezas al interior de la CAM en
particular y en el Movimiento Mapuche en general, para dar continuidad al
proceso de Liberación Nacional. Hay aportes que generan una proyección de la
CAM, no solo basados en la acción directa, sino que basados en planteamientos
circunscritos a su proyecto político de tipo anticapitalista, anticolonial, por
la autonomía y la liberación nacional. Estos aportes dicen relación también con
el proceso de autoafirmación étnica nacional en marcha y con el salto
cualitativo que va dándose en la nueva militancia Mapuche, lo que a la larga
permitirá un recambio generacional con mayores potencialidades, así como de las
formas organizativas y de lucha, siempre con un horizonte de Liberación
Nacional Mapuche.
Por territorio y Autonomía, avanzamos
hacia la Liberación Nacional Mapuche.
Comisión Política CAM.
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